martes, 13 de noviembre de 2012

LA CIENCIA-FICCIÓN Y PLAYBOY

Un amigo me comentó ayer que estaba leyendo THE PLAYBOY BOOK OF SCIENCE FICTION, y confieso que los gratos recuerdos me obligaron a escribir la postal del día de hoy. Todos conocemos el viejo chiste del pervertido que dice comprar la revista PLAYBOY solo “por los artículos”, pero de hecho, hubo una época en que los artículos sí que valían la pena. Las entrevistas, por ejemplo, no eran las tonterías superficiales de hoy en día, sino conversaciones verdaderamente profundas de 12 o 15 páginas, y no con una de las Kardashian sino con gente como David Bowie, Marlon Brando, Bob Dylan, Roman Polanski, Muhammad Ali, etcétera. Como Chester Brown en YUMMY FUR, uno se masturbaba con las fotos por pura costumbre. Lo bueno era lo demás.



En cierta manera, la Ciencia-Ficción fue de los últimos géneros literarios en incluir al sexo entre sus páginas. La literatura del futuro y sobre el futuro estaba algo atrasada en la vida real, desgraciadamente. Había pocas escritoras mujeres y los hombres parecían no saber mucho sobre el tema. Los mismos editores se negaban a permitir escenas sexuales pues la consideraban literatura para niños, y los críticos la consideraban infantil pues no lidiaba con el sexo o las relaciones entre parejas de una manera madura. Fue solo hasta la década de los años 50s cuando escritores como Philip José Farmer, Ted Sturgeon y Fredric Brown se atrevieron a romper este tabú casi adolescente. (Heinlein y sus novelas revolucionarias de los años 60s únicamente continuaron la tendencia). Precisamente, un lugar donde este tipo “subversivo” de CF era aceptado, hasta bienvenido, eran las revistas para caballeros, como CAVALIER o DUDE o ROGUE. De hecho, varios autores de CF (digamos Harlan Ellison o Robert Shea) laboraron como editores de este tipo de publicaciones en más de una ocasión para poder pagar su renta. Varios de los cuentos más famosos en la historia del género aparecieron por primera vez no en revistas con cohetes espaciales en sus portadas sino en las revistas para caballeros. Huelga decir que la mejor y más famosa de todas estas revistas era, y es, PLAYBOY.


Igual que los artículos periodísticos en PLAYBOY eran de una manufactura superior, los cuentos que aparecían en la revista no eran cualquier cosa. Para empezar, quizá mucha gente no esté enterada que PLAYBOY es el mercado profesional para cuentos más lucrativo en todo el mundo. No el NEW YORKER, no el ATLANTIC MONTHLY. Un solo cuento en PLAYBOY, de la extensión que sea, te gana un chequecito de cinco mil dólares (un cuento corto en ASIMOV’S, por ejemplo, te gana en promedio unos 400 dólares). Por esta razón, entre otras, no publican a quien sea. Nombres como Ray Bradbury, Harlan Ellison, Kurt Vonnegut, y Ursula K. Le Guin fueron de los pocos que lograron entrar a este selecto y exclusivo panteón, al lado de ganadores del Nobel como Doris Lessing, ni más ni menos. Inevitablemente, una colección de “lo mejor” de PLAYBOY es casi por definición una extraordinaria colección.

De hecho, la única desventaja de este libro en particular es que justamente los cuentos son tan bien conocidos que un lector de largo colmillo de la CF va a encontrar muy poco que no haya leído previamente. Empezamos, por ejemplo, con “Lost City of Mars” de Bradbury, (que curiosamente no aparece en THE MARTIAN CHRONICLES, pero se puede encontrar en I SING THE BODY ELECTRIC), donde navegamos por los canales de Marte hasta encontrar una ciudad olvidada por el tiempo. “Welcome to the Monkey House” es quizá el relato más famoso de Vonnegut. Quizá no el mejor, pero uno que definitivamente representa la década de los 60s a la perfección, e indirectamente la actitud ante el sexo de PLAYBOY. (Inevitable mencionar, supongo, que muchas feministas detestan este cuento). Igualmente, asumo que todos están familiarizados de sobra con el “Nine Lives” de la señora Le Guin, quizá el mejor relato de toda la colección. Algunos recordaran que cuando publicaron el cuento en 1969, lo hicieron bajo el nombre de U.K. Le Guin, no fuera a ser que los lectores se asustaran por una mujer autora. (Vean la “Nota Biográfica” que escribió para la revista en la imagen de abajo). Supongo que es innecesario también dar una sinopsis de “The Word Processor” de Stephen King, que tiene una de esas premisas que todos conocen de memoria, aun cuando nunca lo han leído.




Relatos ligeramente menos conocidos quizá sean el de “Gianni” de Robert Silverberg (Silverberg es de los pocos que han logrado publicar cuentos en PLAYBOY en múltiples ocasiones y, personalmente, yo habría preferido quizá “The Pardoner’s Tale”, pero en fin… ). Otro relato de viajes en el tiempo es el de Larry Niven, “Leviathan”, parte de su serie de aventuras sobre el burócrata Svetz (el protagonista de THE FLIGHT OF THE HORSE). Prefiero el de Silverberg, la verdad. “Frozen Journey” de Philip K Dick es, por alguna razón, uno de sus cuentos olvidados. Me sorprende que no hayan hecho una película del mismo. Una agradable sorpresa es “Transit of Earth” de Arthur C. Clarke quien nunca se caracterizó por una prosa muy poética, pero que sin embargo nos ofrece aquí uno de los relatos más conmovedores de todo el libro. “The Dead Astronauts” de J.G. Ballard juega con sus viejas obsesiones de siempre (como el titulo nos alerta), pero de alguna forma logra que parezca nuevo. Como de costumbre, Ballard es un maestro en las relaciones entre hombres y mujeres, aun si a veces son enfermizas. George Alec Effinger, por su parte, nos ofrece otro de sus retratos instantáneos del futuro cercano (desde el punto de vista de una estrella pornográfica virtual, en esta ocasión) en “Slow, Slow Burn”. Supongo que el relato más erótico de la colección (más o menos, necesitan leerlo) sería el último, “An Office Romance” de Terry Bisson, mientras que Robert Sheckley contribuye uno de los más extraños con su “Can You Feel Anything When I Do This?”, aunque se queda corto al lado del siempre idiosincrático Howard Waldrop y su “Heirs of the Perisphere” y el “Sen Yen Babbo & the Heavely Host” de Chet Williamson. Material, todo, que vale la pena ser leído, en el improbable caso que no lo hayan hecho todavía.


Esta es de hecho la segunda antología de material de literatura fantástica en PLAYBOY. En 1966, cuando la revista era todavía considerada un verdadero escándalo social, sacaron otra (con el mismo título) que también tenía material bastante atractivo. Por su antigüedad ahora son cuentos menos conocidos, como “The Fly” de George Langelaan (de donde sacaron la película), o “The Crooked Man” de Charles Beaumont, veterano de la TWILIGHT ZONE, o Arthur C. Clarke y su “I Remember Babylon”, así como material selecto de Sturgeon, Pohl, Sheckley, y William Tenn. Hoy en día ese libro se ha convertido en un verdadero objeto de coleccionistas, y es casi imposible conseguirlo a menos que uno esté dispuesto a pagar exorbitantes cantidades de dinero. En el futuro cercano, ésta colección de los 90s quizá se convierta tan difícil de conseguir como aquella de los 60s.

lunes, 5 de noviembre de 2012

¡NO SE OLVIDEN DE ANALOG!

Después de la reseña del número especial de ASIMOV’S de hace un par de días, mi plan era el de continuar esta semana de postales semi-diarias en el blog con un pequeño reporte del número doble de fin de año de la revista F&SF, pero Miguel Ángel Fernández me recordó atinadamente que en los casi dos años de existencia que tiene el blog nunca he hablado sobre la otra revista grande en el mercado profesional de la Ciencia-Ficción, así que en vez de eso hoy dirijo mi completa atención a la venerable ANALOG, revista injustamente olvidada en nuestro país en años recientes. (Eso, y además el numerito este de F&SF no me acabó de convencer, la verdad)


ANALOG, por supuesto, solía ser la revista ASTOUNDING, la legendaria publicación que John W. Campbell editó durante más de 30 años y que le dio forma al género de la CF como lo conocemos en el siglo XX. Todos los que fueron alguien empezaron ahí, desde Asimov hasta Heinlein hasta Clarke, pasando por Theodore Sturgeon y Lester Del Rey, etcétera, etcétera. Todos los relatos originales de la serie de la “Fundación” de Asimov aparecieron por primera vez en ASTOUNDING, así como 8 de los 9 cuentos que forman la colección de I, ROBOT. Hoy por hoy es la publicación más antigua de CF que todavía mantiene una publicación ininterrumpida (revistas como AMAZING STORIES y WEIRD TALES eran más antiguas, pero tristemente ya no están con nosotros). Poco después de la muerte de Campbell en 1971, la revista se inclinó cada vez más y más hacia la CF Dura, a diferencia de otras como F&SF o GALAXY, que preferían relatos de corte más literario como los de Philip K. Dick o Roger Zelazny. Por esa razón mucha gente se empezó a alejar, pero al mismo tiempo mantuvo un cierto lugar especial al ser la única revista de CF Dura en el mercado. Hay que respetar a alguien que nada contra la corriente y las modas. Asimismo habría que recordar que continuó siendo el lugar donde futuros autores de renombre hicieron su primera venta, aun después del fallecimiento de Campbell. Gente como Orson Scott Card, Greg Bear, y Joe Haldeman en los años 70s (en mi opinión, ANALOG era la mejor revista en esa década, bajo la mano de Ben Bova, aunque es mejor conocido como escritor que como editor), y Timothy Zahn en los 80s.

Como dije, ANALOG se ha ganado la fama de ser una revista más interesada en las tuercas y tornillos de las naves espaciales que en la sicología detrás de los personajes. Una revista de ingenieros para ingenieros, vaya. Esto no siempre logra los mejores relatos. Aun así, de vez en cuando publican alguna joyita que no estaría fuera de lugar en publicaciones más literarias como ASIMOV’S o F&SF. La revista ANALOG también publica números especiales dobles, pero lo hacen a principio de año y, por alguna razón, a la mitad, así que voy a platicar sobre el más reciente, el especial de Julio/Agosto, que trae un par de novelas cortas bastante buenas.


Empezamos con “Nightfall on the Peak of Eternal Light” (un titulo bastante más poético de lo que acostumbra esta revista) de William Gleason y Richard Lovett, donde seguimos a un beneficiario del Programa de Protección a Testigos que inicia una nueva vida bajo una nueva identidad en la Luna. Nuestro protagonista no es una perita en dulce, por algo está en el Programa, y aparte de un deseo casi romántico de ir a la Luna, no tiene muchas habilidades que le puedan ser útiles al resto de la colonia. Sin otro recurso, debe ganarse la vida buscando los tipos de empleo que no muchos quieren hacer, acabando en una estación en el ecuador lunar, uno de los pocos lugares donde siempre es de día. Por supuesto, hay alguien tras su pista, y un emocionante relato de suspenso se desarrolla mientras el asesino sigue a nuestro protagonista y la policía persigue al asesino, todo ocurriendo bajo condiciones lunares bastante realistas. No esperen una película de Michael Bay con rayos laser y explosiones, sino más bien una de Kubrick, si saben a lo que me refiero.


A continuación viene “Conquest of the Air” de Rob Chilson, una historia bastante bien lograda en un mundo acuático, donde el protagonista es el encargado de una operación minera a escala global y debe enfrentar presupuestos y demandas imposibles por parte de la corporación que lo patrocina. La parte más atractiva de la historia viene en una narración paralela (como cuento de extraterrestres de Hal Clement o Stephen Baxter), donde conocemos a los nativos de este mundo de océanos, que siempre han soñado con “swimming the air”. Reportes de burbujas de aire sobre la superficie parecen indicar que este sueño está muy cerca de hacerse realidad… hasta que descubren quiénes son. La tecnología y cultura de esta sociedad alienígena esta obviamente muy bien pensada. Siempre es un placer leer algo en lo que un escritor trabajó y sudó durante horas y días, y no solo se lo inventó en el mero momento.

Un manojo de cuentos más pequeños completan el número, entre ellos el de “Red Rover, Red Rover” de Howard Hendrix, que involucra a un perro inteligente, la mascota de un multimillonario, en camino a Marte y los extraños sueños que sufre durante el viaje. Interesantemente hay un segundo relato que involucra también a otro perro parlante, “Zeitgeist, Inc” de Carl Frederick, así como un segundo cuento que también involucra a seres acuáticos, “The Song of Uullioll(en este caso a cetáceos). Jamás había escuchado de ninguno de estos dos escritores, confieso, pero los resultados fueron mejores de lo que esperaba.

En resumen, no les voy a decir que les conviene salir corriendo a comprar una suscripción a ANALOG, como usualmente hago con ASIMOV’S y/o F&SF. Es quizá demasiado especializada, demasiado enterrada dentro de su propio nicho, como esas revistas que solo se dedican a historias sobre asesinos seriales y nada más. Ciertamente no es para todos. Pero es imposible ignorarla por completo, y de cualquier forma es innegable, al acercarse a casi un siglo de publicación continua, que debemos hacer reverencia y quitarnos el sombrero.

jueves, 1 de noviembre de 2012

¡NÚMERO ESPECIAL DE FIN DE AÑO DE ASIMOV’S!

Quiero agradecer a todos los que me han mandado mensajes, o me lo han dicho a mi cara, preguntándome porqué ya no escribo tanto en el blog. Nada mejor para un escritor que recibir un poco de feedback positivo. Por eso mismo, he decidido dejar de postear tanto en Facebook y mejor escribir una entrada diaria en el blog durante esta semana. Como de cualquier manera ahorita estoy leyendo el número más reciente de ASIMOV’S que me llegó, no se me ocurre mejor manera de comenzar el experimento. La revista divide opiniones, como siempre, pero algo que nadie está dispuesto a negar es el hecho que continua siendo la mejor revista de Ciencia-Ficción en el mercado profesional hoy por hoy. El numero más sobresaliente del año usualmente es el especial doble de Octubre/Noviembre, por casualidad el que tengo en mis manos en este momento, que incluye hasta dos novelas cortas dentro de sus páginas, un manojo de cuentos largos y otro tanto número igual de cuentos cortos. Es de hecho una de las mejores antologías de todo el año de cualquier editorial. Este año no es la excepción.



Comenzamos con la novela corta “The Stars Do Not Lie” de Jay Lake, un escritor cuyo nombre ha crecido mucho en años recientes (aunque por supuesto es virtualmente desconocido aquí en nuestro país). A Lake yo lo recuerdo bien por su trilogía sobre la City Imperishable, fantasía de corte muy barroco, y sobre todo por su serie de cuentos y novelas en el Mainspring Universe donde, cansado de la etiqueta de “Steampunk” que todos le querían aplicar a la fuerza, sencillamente acuñó el término “Clockpunk” e inicio un subgénero por sí solo. En esta ocasión nos ofrece una fascinante historia en un mundo paralelo al nuestro, idéntico en tantísimos detalles y completamente alieno en otros. En este mundo es una creencia aceptada que el Hombre tiene 6000 años de antigüedad y ni uno más, como insisten los fanáticos religiosos de nuestro propio mundo, los Creacionistas, e intentar discutir el punto solo trae problemas. Para la desgracia de nuestro protagonista y su (quizá ingenua) búsqueda científica de la Verdad, descubre una nave espacial en los límites del sistema solar con su telescopio, lo cual es toda la evidencia que ciertos herejes necesitan para alimentar su idea de que el Hombre tiene 6000 años en la Tierra... porque fue entonces cuando llegó de las estrellas. Poco después averiguamos que esta situación no es completamente desconocida para la Iglesia, y una carrera en naves voladoras de vapor a una isla con un secreto prohibido se inicia. Es, pues, una extraña mezcla de eruditos debates teológicos y una historia de aventuras. ¿Qué más quieren de la vida, señores? Como muchos de los relatos de Lake, está repleta de tantas ideas que el lector se queda con ganas de que ojala hubiera escrito mejor toda una novela. (O en el caso contrario, que no hubiera incluido tantas ideas, algunas de las cuales, por entretenidas que sean, en realidad no mueven la trama)

Mejor aun es la otra novela corta, “The Mongolian Book of the Dead” de Alan Smale, autor del que admito he leído muy poco. Cien años en nuestro futuro, China invade a Mongolia, país donde nuestro pobre protagonista andaba de visita. Un pequeño grupo de guerrilleros lo secuestran y se lo llevan con una shaman con el extraño propósito de invocar ayuda del pasado legendario, incluyendo al gran Khan en persona. No todos están de acuerdo que esto sea buena idea, entre ellos la hermana de la shaman. Es obvio que el autor está trazando más de un paralelo con la invasión de Tíbet hace más de medio siglo, y nos ofrece una visión de lo que pudo ser. Lo maravilloso aquí es la manera en que la novelita logra recrear la geografía, la cultura cotidiana y sobre todo la historia de este país tan poco conocido aun en  nuestros días (¿cuántos libros o películas o comics o series de TV conocen que ocurran en Mongolia?) con una prosa lirica que, sin embargo, no parece forzada o artificial. Muchos escritores en México podrían aprender.


Relatos de literatura fantástica que ocurren dentro de la antigua Unión Soviética se han convertido, en años recientes, en el dominio exclusivo de Ekaterina Sedia, ya sea en novelas como THE SECRET HISTORY OF MOSCOW, o THE ALCHEMY OF STONE,  o la muy reciente HEART OF IRON. Aquí con “A Handsome Fellow” nos lleva de vuelta al brutal sitio de 900 días de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial por parte de los ejércitos alemanes. Como en la novela corta anterior, el principal atractivo aquí es la manera de recrear un lugar y un tiempo especifico. Svetlana y su familia se están muriendo de hambre poco a poco. Rumores de caníbales, verdaderos o imaginados como los legendarios upyri, abundan en cada casa de la asediada ciudad. Un buen día, un muchacho no tan mal parecido que vive al lado decide acompañarla a buscar algo de comer en los peligrosos mercados negros, y es el inicio de una extraña relación. Por un momento temí que esto fuera a ser una especie de FIENDS OF THE EASTERN FRONT (o en todo caso una variación más como 30 DAYS OF NIGHT: RED SNOW), pero afortunadamente, la señora Sedia conoce su oficio mejor que eso. Aun así, la premisa no es la más original; el chiste reside en la manera de contarla.

Nuestro viejo conocido, Paul McAuley, nos ofrece el cuento “Antarctica Starts Here” que me recordó más bien al Kim Stanley Robinson de años recientes, y no solo por la locación. Nuestro narrador maneja un negocio para turistas que vienen a visitar lo que sobrevive del continente gélido después que el calentamiento global lo ha mermado severamente. Su mejor amigo, y quizá el personaje más interesante de la historia, sueña con los días ya desaparecidos de aventura y gloria en este continente, y está dispuesto a ir muy lejos, quizá demasiado, para recuperarlos. El autor espolvorea algunos elementos de CF en el relato, casi por obligación parecería, que no son necesarios para que éste funcione. La verdad, prefiero al McAuley visionario, cuando escribe historias que ocurren a distancias imposibles como el año Un Millón, donde se puede dar el lujo de desatar a su descarriada imaginación, pero no está malo el cuento.


El único otro que me encantó fue el de Eugene Mirabelli. Su melancólica “This Hologram World” me recuerda mucho aquellos conmovedores cuentos que Ian MacLeod escribía al principio de los 90s, como “Starship Day”, o “The Summer Isles”, o “New Light on the Drake Equation”, o “Isabel of the Fall”, o… Podría continuar todo el día (MacLeod aparecía todos los años en las antologías de Dozois, a veces con más de un relato por año). En esta ocasión, un físico debe aprender a lidiar con el mundo y la realidad que lo rodea después de la muerte de su esposa, quien además era el amor de toda su vida desde la infancia. Literalmente es incapaz de vivir sin su presencia a su lado. Ambos eran ateos, así que ni el dudoso alivio de una existencia después de la muerte le queda de ella. Su único otro amor son las matemáticas, y es precisamente su obsesión con los hoyos negros, la teoría de cuerdas y la entropía de la información la que le ofrece una posible, aunque amarga, solución... si está dispuesta a aceptarla. A diferencia del relato de McAuley, los elementos de CF no están aquí solo de adorno, sino que tienen una razón de ser muy específica, y efectivamente el cuento no funcionaría sin ellos. No es tan fácil lograr esto, pero tampoco es sorprendente hallar esta habilidad en este autor. Recordemos que Mirabelli es el mismo escritor de la monumental novela THE LANGUAGES NOBODY SPEAKS, que más que CF fue comparada por más de un crítico con la obra de Milán Kundera.

Quizá también recomendaría yo “The Ghost Factory”, sobre un hombre que vive en las ruinas del hospital donde solía trabajar, junto con los fantasmas de todos sus antiguos pacientes, en particular una muchacha (claro). Es un relato triste, cuya inevitable conclusión es que todo el mundo es, en realidad, una fábrica de fantasmas.

Como de costumbre, les recomiendo que se consigan una suscripción a esta revista (entre otras) no en el futuro cercano o en una semana o dos, sino ya. El número doble de Octubre/Noviembre es el lugar ideal para enamorarse de esta revista. No se van a arrepentir.