jueves, 30 de julio de 2015

LA MEJOR ANTOLOGÍA DE CIENCIA-FICCIÓN DE TODOS LOS TIEMPOS

Después de la reseña del lunes pasado, platicando sobre los libros que Dozois edita, alguien en mi muro mencionó anoche la idea de cuál sería la mejor antología de ciencia-ficción de todos los tiempos. Entiendo que la idea era la de iniciar una divertida platica donde cada quien ofrecería varias posibles candidatas, diferentes libros del pasado que nos traerían a cada quien una infinidad de recuerdos agradables, pero según yo esa conversación en particular inicia y acaba muy rápido (el mata-fiestas, ya saben). THE SCIENCE FICTION HALL OF FAME, editada, en 1970 por Robert Silverberg, es la mejor antología de CF de todos los tiempos, punto. Reto a cualquiera a que ofrezca otra. El mismo Lester del Rey, editor legendario por sus exigentes criterios y estándares de calidad imposibles, admitió que hasta el subtítulo de la antología era muy apto: “The Greatest Science-Fiction Stories of All Time”. Como diría Don King, libra por libra, simplemente no existe mejor antología.

La idea era organizar un voto entre los miembros de la SFWA (Science-Fiction Writers of América) para que escogieran los mejores cuentos cortos (de menos de 15 mil palabras) que se habían publicado antes de 1965. La razón del corte arbitrario era que en 1965 es cuando había iniciado el premio Nebula, otorgado por la misma SFWA a lo mejor del género cada año, lo que establecía (por lo menos “oficialmente”) cuáles eran los mejores relatos desde entonces. El premio Hugo, que antedata a los Nebula por casi una década, no era el oficial ya que es votado por los lectores, por lo que no había alguna manera de juzgar a todas aquellas obras anteriores a 1965. El resultado, por supuesto, gozó del privilegio de nutrirse de lo mejor de lo mejor de la Edad de Oro de la CF.

El libro inicia, ni más ni menos, que con “A Martian Odyssey”, el clásico indiscutible de Stanley G. Weinbaum de 1934. Asimov alguna vez calificó a Weinbaum como la “Segunda Nova” en la historia de la CF, y gran parte del crédito se lo lleva este pequeño cuentito que en sus apenas 24 paginas logró revolucionar a todo el género de la noche a la mañana. El mismo Asimov participa con su famoso “Nightfall” de 1941, el cuento que recibió la mayor cantidad de votos. “Twilight” de John Campbell también hace acto de presencia (aunque muy en lo personal este relato siempre se me ha hecho algo sobrevaluado no hay manera de negar su importancia histórica). Varios favoritos de mi infancia están presentes, como “Helen O’Loy” de Lester del Rey y “Microcosmic God” de Theodore Sturgeon. En mi opinión es imposible leer estos cuentos de niño y no enamorarse de la CF para siempre. “Scanners Live in Vain” de Cordwainer Smith era otro que yo leía y releía compulsivamente de pequeño. Heinlein no podía faltar, claro, y nos ofrece “The Roads Must Roll” (una elección muy pertinente, si me preguntan a mí, porque si son de aquellos que odian a Heinlein, y sé que en Latinoamérica hay varios, van a detestar este cuento y a su protagonista ingeniero súper-competente. En cierta forma, el prototípico cuento Heinlein). Resumiendo, si hay algún relato de la Edad de Oro que ustedes recuerdan con cariño, hay muy buenas posibilidades que se lo vuelvan a encontrar dentro de estas páginas. Por ejemplo, “The Weapons Shop” de A. E. van Vogt (seguro leyeron la novela), o “First Contact” de Murray Leinster, o “Arena” de Fredric Brown. Los años 50 están representados excelsamente con joyas brillantes como “Born of Man & Woman” de Richard Matheson (el primer cuento que publicó en su vida, por increíble que parezca), “The Nine Billion Names of God” de Arthur C. Clarke (Clarke fue el único escritor con dos relatos entre los primeros 15 lugares de la lista. El otro era “The Star”, y no envidio a Silverberg la labor de tener que escoger solo uno), “The Cold Equations” de Tom Godwin (quizá el relato de CF más famoso de todos los tiempos donde nadie conoce otra cosa de su autor), “It’s a Good Life” de Jerome Bixby (la adaptación que hizo THE TWILIGHT ZONE es quizá el episodio más famoso de la serie), “The Quest for Saint Aquin” de Anthony Boucher (que de alguna manera logra adelantarse al mejor conocido “A Canticle for Leibowitz” por casi 5 años), el grotesco “Coming Attraction” del maestro Fritz Leiber que tanto me asustaba de niño, “Surface Tension” de James Blish (cuando hablan de la CF Dura de la década de los 50s invariablemente mencionan las novelas de Hal Clement, sobre todo MISSION OF GRAVITY. Yo argumentaría que este relato es un ejemplo aún mejor), el esquizofrénico “Fondly Fahrenheit” de Alfred Bester (Bester era mejor novelista que cuentista, pero este es una brutal obra maestra), y el clásico eterno “Flowers for Algernon” de Daniel Keyes. De los 60s tan solo el sublime “A Rose for Ecclesistes” de Zelazny logró entrar, y vaya que cualquier otra antología desearía tener a tal obra como cierre de contenidos. De nuevo, vuelvo a retar a cualquiera a que ofrezca otra que le pueda quitar el trono. 


Como puro breviario cultural, THE SCIENCE FICTION HALL OF FAME fue tan exitosa que en 1973 decidieron añadir una “pequeña” continuación, esta vez editada por Ben Bova. Muchos no habían quedado satisfechos con que el volumen original no incluyera novelas cortas. El género de la CF parecería idealmente hecho para este formato, donde se puede experimentar con lujo de espacio pero sin llegar a las dimensiones de una novela. En efecto, varias de las historias más recordadas son novelas cortas. La razón de su ausencia, por supuesto, había sido la cantidad de páginas necesarias para incluir novelas cortas, así que un volumen entero dedicado a las mismas parecía la solución ideal. A la mera hora, aun incluyendo tan solo 22 novelas cortas, fueron necesarios dos volúmenes igual de gruesos que el original. En otras palabras, ten cuidado a la hora de hacer un deseo porque a la mejor se te hace realidad. El proyecto era tan ambicioso que hasta incluyó un par de novelas cortas del siglo XIX (“The Time Machine” de H. G. Wells y “The Machine Stops” de E. M. Forster, un autor que no necesariamente relacionamos con la CF). El primer volumen inicia con “Call Me Joe” de Poul Anderson, donde un hombre parapléjico utiliza un cuerpo artificial por control remoto para explorar la superficie oculta de Júpiter. Si la premisa les es vagamente familiar es porque esta fue una de las muchas obras que James Cameron plagió con descaro, como es su costumbre, a la hora de escribir su película AVATAR. No quedándose atrás viene la paranoica “Who Goes There?” de John Campbell (me quejé ligeramente por “Twilight” pero esta obra no recibe ningún pero de mi parte), “Nerves” de Lester del Rey (estoy seguro que todos recuerdan haber leído la traducción de editorial Martínez Roca), “Universe” de Heinlein (hasta el día de hoy la historia de naves generacionales bajo la que todas las demás se miden, como se demostró hace un par de semanas en la reseña de AURORA), la horripilante “Baby is Three” de Theodore Sturgeon (que eventualmente se convertiría en la parte intermedia de su novela más famosa, MORE THAN HUMAN), la hermosísima “The Ballad of Lost C’Mell” de Cordwainer Smith, y termina con “With Folded Hands” de Jack Williamson.


El segundo volumen trae a “The Martian Way” de Asimov, “Earthman Come Home” de James Blish (una de su larga serie de “Cities in Flight”, y donde esa memorable imagen de la Edad de Oro de la ciudad de Manhattan volando a través del espacio interestelar tuvo su origen), “Rogue Moon” de Algis Budrys, quizá su obra más popular (aunque la verdad siempre me ha gustado más su novela de los 70s MICHAELMAS), “The Witches of Karres” de James Schmitz (la trama de esta space opera será un perfecto disparate pero es muy divertida), la maravillosa “The Big Front Yard” del siempre confiable Clifford D. Simak (la semilla de donde su WAY STATION nacería unos años después), la excéntrica “The Moon Moth” (¿acaso alguien, quien sea, podría haber escrito esta historia aparte del genial Vance?), y “The Midas Plague” de Fred Pohl. Por desgracia, la extraordinaria “By His Bootstraps” de Heinlein no pudo ser incluida ya que “Universe” (que recibió más votos) ya estaba presente, mientras que “A Canticle for Leibowitz” de Walter M. Miller y “The Fireman” de Bradbury no pudieron aparecer debido a conflictos con derechos de publicación (ambas existían en ese momento en forma de libros, la primera como la novela homónima de Miller y la segunda, obvio, como FAHRENHEIT 451)

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