miércoles, 24 de agosto de 2016

EL CADÁVER EXQUISITO DE CHINA MIÉVILLE

Después de años de tenernos abandonados, China Miéville nos entrega su tercer libro en los últimos 12 meses, THE LAST DAYS OF NEW PARIS. El primero, THREE MOMENTS OF AN EXPLOSION, fue quizá la mejor colección del año pasado y auguraba muy bien el regreso de Miéville. Por desgracia, el primer libro del 2016, THIS CENSUS-TAKER dejo a todos con una vaga insatisfacción que usualmente no asociamos con este escritor. La verdad es que esa novela corta (demasiado corta, además) es de lo peorcito que le he leído a Miéville. Cuando empecé a escuchar rumores que el nuevo libro que saldría en agosto sería otra novela corta confieso que temí lo peor. Por fortuna, Miéville ha dejado lo mejor para el final, a pesar de su reducido tamaño. (Es un libro muy pequeño, en realidad. Sobre todo para los estándares del mismo Miéville. A duras penas son 200 páginas, de las cuales casi 40 son notas al final y un curioso epilogo. Claro, en México esto sería considerado una novela tabique, tan extensa que ya ni podría participar en la mayoría de los concursos. En México nos seguimos especializando en producir esta especie de sashimi de literatura que no le llena el estómago a nadie y nos deja con hambre)


THE LAST DAYS OF NEW PARIS es una disparatada ucronía, donde las familiares calles de la capital francesa se han convertido en algo tan delirante como el barrio más absurdo de Bas-Lag. Un Paris ocupado por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y que ha sido transformado, infestado por quimeras y apariciones de pesadilla. Pero no son monstruos del todo desconocidos. Un muy selecto grupo los reconoce, pues se tratan de bestias arrancadas del imaginario cultural de las pinturas y los collages y poemas del canon Surrealista. Este grupo de artistas, los únicos que entienden lo que ocurre,  permanecen en Paris para continuar la pelea. Usando técnicas como la de “disparar automáticamente”, dejando que su subconsciente apunte, siguen su vana resistencia. Pero no son solo estas apariciones lo que transforma a París sino las mismas calles y arquitectura las que han sufrido una metamorfosis total. La parte superior de la Torre Eiffel flota sobre la ciudad sostenida por nada, el Arco del Triunfo esta ladeado y sudando orines (de Gaulle, en particular, esta escandalizado), abajo de algunos postes de luz en varias esquinas es de noche mientras es de día a su alrededor. En un café una explosión ocurre una y otra vez, las ventanas volando a cada momento y las mesas afueras bailando eternamente. Paisajes e imágenes de los manifiestos surrealistas de Éluard y Tristan Tzara son la nueva realidad. Es decir, la ciudad de Paris misma se ha vuelto un cadáver exquisito. Para contrarrestar la locura los alemanes intentan conjurar sus propias pesadillas surrealistas (con escaso éxito) y haciendo pactos con demonios del Infierno que tampoco quieren estar ahí. Ni las manifestaciones (los “manifs”), ni los demonios obedecen las ordenes de nadie, y la situación en el interior de Paris es un absoluto caos. Los alemanes han clausurado la ciudad para evitar que se esparza esta locura, y hasta los Estados Unidos y sus Aliados se sienten aliviados. Los mismos alemanes que se encontraban ocupando Paris han sido abandonados a su suerte y también continúan la pelea ya sin ningún sentido. Y así, indiferentes ante lo que ocurre en el exterior, la guerra en Paris no termina a pesar que ya estamos en el año de 1950…


Nuestro protagonista es Thibaut, uno de esos guerrilleros olvidados que continúan peleando, cuya vida cambia a partir del momento en que conoce a Sam, una fotógrafa norteamericana que está ahí para documentar los últimos días de este nuevo Paris. Por supuesto, ninguno de los dos es lo que aparenta. Intercalados con estos capítulos largos existen capítulos mucho más breves que ocurren en 1941 donde se describe cómo inició todo esta situación, y donde el verdadero protagonista, aparte de André Breton y el resto de su pandilla de surrealistas, es Jack Parsons (más sobre él al final). Mientras Thibaut y Sam recorren la fantasmagórica ciudad al investigar el último proyecto con el que los Nazis pretenden resolver la crisis, se les une el tercer protagonista del grupo, el famoso cadáver exquisito realizado por Yves Tanguy, André Breton y su mujer Jacqueline Lamba (y cuya ilustración aparece al principio del libro). Es obvio que Miéville se divirtió como un enano describiendo todas y cada una de estas manifestaciones surrealistas. El lector se encuentra desde la primera página con una criatura mitad mujer mitad bicicleta salida de una ilustración de Leonora Carrington, así como con enormes plantas que atrapan Messerschmitts del cielo como en las pinturas de Ernst, y Miéville nunca quita el pie del acelerador. Por el contario, se regodea al listar el bestiario pululando por las calles de Paris, desde el famoso elefante de Ernst y las formas voladoras sin color de Magritte hasta los teléfonos langosta de Dalí y los títeres vegetales de Remedios Varo. Para los que aprecian la literatura fantástica por las imágenes que es capaz de conjurar en nuestras mentes este libro es imperdible.

Al terminar el texto de la novela corta viene a continuación un muy breve epilogo donde Miéville nos informa que la historia no es una fantasía sino que nació de un encuentro que tuvo con una persona que sospecha era en realidad Thibaut y que le narró todo lo sucedido en este “Nuevo Paris”. Este tipo de artimañas meta-literarias no son posmodernas o ni siquiera nuevas, por supuesto. Desde Edgar Rice Burroughs transcribiendo las aventuras marcianas que su “tío” John Carter le iba dictando, hasta Umberto Eco encontrando un “manuscrito perdido” que narraba los terribles acontecimientos en esa abadía benedictina del siglo XIV, este es un recurso muy viable que le permiten al autor un distanciamiento que otorga una mayor libertad para escribir lo que sea. Las notas “objetivas” al final, que a veces contradicen y explican los “errores” del manuscrito y especulan sobre el verdadero significado de las palabras de “Thibaut”, recuerdan mucho a las Notas Históricas de las novelas de MacDonald Fraser, y son otro truco similar.


Sobre Jack Parsons… Más de una persona me advirtió que me familiarizara con los artistas del Surrealismo antes de leer este libro pero lo que nadie hizo fue recomendar que hiciera lo mismo sobre Jack Parsons, detalle que encuentro en extremo curioso. Ignoro si es porque quizá ni siquiera están enterados que esta persona fue real en nuestro mundo, pero tomando en cuenta que es quizá el personaje más importante del libro (a pesar que solo aparece en muy pocas páginas) esta es una omisión muy grave. Por suerte, Jack Parsons ha sido fascinación personal mía desde que leí sobre él en un artículo de Alan Moore cuando estaba escribiendo su comic de PROMETHEA. Jack Parsons fue uno de los co-fundadores del Jet Propulsion Laboratory durante la Segunda Guerra Mundial, y por cierto también adepto del ocultista Aleister Crowley. Su esposa lo abandonó cuando descubrió a Parsons teniendo una aventura con su hermana Sara, que luego lo dejó para irse a vivir con L. Ron Hubbard donde juntos desarrollaron los primeros conceptos de la Dianetica que eventualmente se convirtió en la Iglesia de la Cientologia. No satisfecho, Parsons prosiguió con sus intentos de conjurar una manifestación de la diosa Babalon. Parsons, antes que se me olvide, era buen amigo de Heinlein en los 40s y de Kerouac en los 50s, justo antes de su prematura muerte. En pocas palabras, la vida de este tipo podría y debería ser la base de una muy buena novela, y me encanta sinfín que Miéville lo haya escogido como catalizador de su nueva historia.


En resumen, aun sin ser lo mejor que le leído a Miéville (ya he dicho antes que me parece que funciona mejor en obras más largas), debo decir que disfruté mucho de la lectura de THE LAST DAYS OF NEW PARIS. Desde siempre he sido aficionado del movimiento Surrealista y soy muy parcial a las novelas que de alguna manera logran utilizarlo. Mi favorita es quizá THE DREAM YEARS de Lisa Goldstein, donde el Paris de 1924 (y 1968), así como el mismo Breton, son protagonistas. Una fantasía sobre el Surrealismo que no era una novela surrealista, sino de un argumento rigurosamente pensado de antemano. Por supuesto, no creo que sea necesario mencionar otra vez la larga y fructífera relación entre la obra de Ballard (inclusive sus portadas) y el Surrealismo, como ya lo hice una vez en esta postal de hace seis años.

miércoles, 10 de agosto de 2016

EL MUNDO SEGÚN DOZOIS (otra vez)

Durante muchos años las antologías de lo Mejor del Año en la Ciencia-Ficción eran un recurso muy útil para mantenerse al corriente con lo que se escribía en el género. Nadie tiene el tiempo para leer todos los relatos y aunque lo tuvieras simplemente son demasiados. Por más de 20 años existían la antología editada por Gardner Dozois y la del venerable David G. Hartwell. Muy sencillo. Tan solo había que leer ambos libros y uno podía presumir que por lo menos estaba enterado de lo que ocurría en la CF en la actualidad. Tan populares eran estos volúmenes anuales, sin embargo, que en tiempos recientes (quizá inevitable) han surgido más y más libros que nos ofrecen “lo Mejor del Año”. De hecho, el número ha crecido de tal manera que aun si únicamente te preocupas por leer este tipo de antologías y nada más, ya se ha vuelto actividad de tiempo completo. Esto ocurre aun con la desaparición de la serie de Hartwell, tras el lamentable fallecimiento de su querido editor. Aparte de la de Dozois, que se sigue manteniendo en la cima (sobre todo por su extensa introducción y su tamaño), existe la de Jonathan Strahan, la de Rich Horton, y, no conforme, este año aparece una nueva editada por Neil Clarke, cuyo estupendo trabajo en la revista Clarkesworld en tiempos recientes hizo de este libro una lectura obligada. (Y no olvidemos el volumen dedicado a las Mejores Novelas Cortas del Año, editado por Paula Guran). Lo sorprendente es que aunque algunos relatos se repiten en una u otra antología, la mayoría son exclusivos de cada libro. Esto es una muestra de lo rico que es el campo de la ficción corta en la CF hoy en día. Como todos los años, me enfoco en la de Dozois, mi favorita, pero al mismo tiempo es imposible no hacer comparaciones con las demás donde es apropiado.


El brillante Ian McDonald inicia la antología de Dozois por segundo año consecutivo con “The Falls: A Luna Story” que, como su título nos indica, pertenece al mismo universo de su monumental novela LUNA del año pasado, y que además recuerdo fue uno de mis relatos favoritos de MEETING INFINITY editada por Strahan (mi antología favorita del 2015). En efecto, varios de los mejores cuentos aquí presentes provienen del libro de Strahan, como es el caso de “Emergence” de Gwyneth Jones, y “Rates of Change” de James S. A. Corey. McDonald es uno de los tres autores que participan con dos relatos y su “Botanica Veneris: Thirteen Papercuts by Ida Countess Rathaghan” es quizá aún mejor que el primero. De hecho, este relato aparece en todas las antologías de lo Mejor del Año. Lectores de mi reseña de OLD VENUS el año pasado recordaran que resultó mi cuento favorito de aquel volumen. (El otro relato proveniente de OLD VENUS es “Planet of Fear” de Paul McCauley, que logra combinar con mucha eficacia esa sensibilidad pulp de la vieja escuela con las ciencias biológicas más rigurosas, pero que me parece está un escalón abajo en términos de calidad). Aliette de Bodard es otra persona que se ha vuelto una presencia constante en estas antologías y también nos ofrece dos relatos (aún más asombroso, aparece en la antología de Clarke con un tercer relato). Los dos en este libro pertenecen a su largo ciclo de Xuya, sobre un futuro donde los aztecas y el imperio chino compiten por la supremacía en el espacio. El segundo y más largo, “The Citadel of Weeping Pearls” (también incluido en la antología de novelas cortas de Guran) es una verdadera epopeya, aunque el primero, “Three Cups of Grief, by Starlight”, mucho más íntimo y personal, me acabó gustando más.


Lo mejor del libro de Dozois, sin embargo, no viene de ninguno de los sospechosos comunes. Mi favorito es quizá “It Takes More Muscles to Frown” de Ned Beauman, un nombre que quizá no les sea tan familiar a los lectores de CF, pero cuyas primeras dos novelas, la excéntrica BOXER, BEETLE y sobre todo THE TELEPORTATION ACCIDENT son obras maestras de la literatura Weird. Igual de bueno es el cuento corto “Billy Tumult” del desquiciado Nick Harkaway. De la misma manera que Joe Hill se ha labrado su propio nombre alejado de la fama de su padre Stephen King, Harkaway poco a poco ha logrado separarse del resplandor de su padre John LeCarré. Soy fan incondicional de sus primeras dos novelas THE GONE-AWAY WORLD y ANGELMAKER. Mas al punto, recuerdo que este es prácticamente el único relato que me gustó de STORIES FOR CHIP, esa antología tributo a Delany que sacaron el año pasado. El cuento funciona porque Harkaway no está intentando imitar la voz de Delany sino que si han leído sus novelas ya saben que es la suya propia. Como Bradbury en esteroides. En el otro relato que Dozois saca del tributo a Delany, “Capitalism in the 22nd Century or A.I.R.” de Geoff Ryman, la voz se oye más forzada, mas artificial, en mi opinión. (Habiendo dicho eso debo mencionar que mi opinión es minoría ya que el relato de Ryman viene incluido en todas las antologías del año, aunque si me preguntan es debido a que el nombre de Ryman pesa más que el de Harkaway. Por lo menos hasta ahora). “The Daughters of John Demetrius” de Joe Pitkin, un autor que me es desconocido, es otra muy agradable sorpresa, logrando evocar esos cuentos pirotécnicos que Zelazny escribía en los 60s (o los que Swanwick producía en los 90s, si prefieren un ejemplo más reciente). Sigo asombrado que salió en ANALOG. También viene en el volumen de Horton.

Otro relato que me encantó es “The Astrakhan, the Homburg, and the Red Coat” de Chaz Brenchley, que ocurre en ese mismo Marte steampunk de su cuento del año pasado “The Burial of Sir John Mawe at Cassini”. Tuve el gusto de conocer a Brenchley en persona hace apenas unos meses y puedo reportar que es uno de esos casos raros donde el autor es tan agradable como su trabajo. Un autor que conozco gracias a las antologías de Dozois es Indrapramit Das (cuyo “Weep for a Day” hace tres años me gustó mucho) y este año tampoco decepciona con “The Muses of Shuyedan-18”. Kelly Robson es una escritora relativamente nueva que en muy poco tiempo se ha vuelto garantía de calidad pero debo decir que “The Three Resurrections of Jessica Churchill”, a pesar de demostrar la innovación típica de esta mujer, no tan bueno como mi favorito de ella del 2015, “The Waters of Versailles” que viene incluido en el volumen de Strahan (o inclusive que el relato que viene en el de Clarke). Por el contrario, la contribución de Kelly Link, “The Game of Smash and Discover”, me gustó mucho más que el que viene en el de Horton.

Algunos buenos escritores decepcionan, como Paolo Bacigalupi y su “City of Ash”. Este autor parece que solo puede hablar sobre un tema. Lo que parecía tan innovador en THE WINDUP GIRL  empieza a cansar (aunque a Strahan también le gustó lo suficiente como para incluirlo en su volumen). Es curioso que John Barnes inició su carrera en los 90s como clon de Heinlein porque su “Silence Like Diamonds” parecería más bien un intento de imitar a Sterling. La imitación es de hecho muy buena y vale la pena leerlo pero me preocupa que parece que Barnes nunca desarrolló su propia voz.


La enorme cantidad de cuentos cortos que se producen cada año queda demostrada en el hecho que aun con todas estas antologías varios relatos sobresalientes se quedaron ausentes. Por ejemplo la novela corta de Greg Egan, “The Four Thousand, the Eight Hundred”, que salió en ASIMOV’S y que por razones de derechos no aparece en ninguna parte (lo cual es una lástima ya que en mi opinión es la mejor novela corta de CF dura del año). Lo mismo ocurre con “Slow Bullets” de Alastair Reynolds, así como con varios cuentos más cortos de China Miéville que solo se pueden leer en su colección THREE MOMENTS OF AN EXPLOSION. Otro relato muy corto que me extrañó que no viniera incluido en el volumen de Dozois fue “Cat Pictures, Please” de Naomi Kritzer, sobre todo cuando resultó tan popular a la hora de las premiaciones. Este último por lo menos sí aparece en la de Horton y la de Clarke, o sea que el argumento por la existencia de más antologías anuales parece sólido. ¿Ya mencioné que también leo las antologías de Lo Mejor del Horror que edita Ellen Datlow todos los años? Lo hago sobre todo para poder leer lo mejor de la literatura Weird (que por alguna razón muchas veces la agrupan con Horror). Desde el año pasado, sin embargo, ya existe además una antología dedicada exclusivamente a lo Mejor del Año en la literatura Weird. En fin… La solución más simple quizá consista en conseguir un segundo empleo y trabajar las 24 horas al día para poder mantener este vicio, porque aun leyendo todas estas antologías uno apenas y logra mojarse los dedos de los pies en el océano de ficción corta.